Las estatuas, per se, no significan nada. Lo que estas representan, como vemos en estos días, sí puede generar confrontaciones entre ecuatorianos.
Reconocer a los seres humanos a través de bustos, monumentos es práctica común. Generalmente, son reconocidos años después de su muerte, cuando como dice Ana María Rabatté debería ser, “en vida, hermano en vida”, quizás así generarían menos conflicto, porque la historia a veces es mejor vivirla para valorar lo resaltable de un ser humano y no juzgarla a través de la memoria o el interés de otros, porque siempre habrán detractores y defensores.
Lo que habría que preguntarse es que pasaría si en 25, 30 años, alguien decide hacer una estatua de alguna autoridad actual, y ver si algunos de los hoy detractores se convierten en defensores y si a ellos también se les hace tan difícil ubicarla y defender una obra plausible para ellos y por decir lo menos, cuestionable para otros, la vida da vueltas, podría pasar.