Excelentes y de una realidad sin atenuantes los artículos de Ms. Julio Parrilla y Rodrigo Borja. Cuando se habla de la paz y la globalización a todos como que nos llega algo profundo que de una u otra manera nos hace partícipes de sus antítesis. ¿Qué hemos hecho nosotros por vivir en paz con nuestros semejantes?, ¿nos hemos integrado a la sociedad entera sin tomar en cuenta sus recursos, el color de su piel, su cultura?
A propósito de cultura, ¿no será la falta de esta capacidad intelectual la que nos hace ajenos a las diarias situaciones que vivimos?
No hay cercanía, no hay comunicación, la solidaridad no existe, no hay la presencia de la mano extendida o la escucha empática. Vivimos para nosotros intentando obtener la “calidad de vida” tan publicitada, al margen de si lo hacemos por canales normales o por los recursos oscuros de la moda política o la corrupción barata.
Qué pequeñez la nuestra. No crecemos ni espiritual ni sentimentalmente. La disposición del buen cambio no nos llama. Nos hemos aferrado a los modelos mezquinos y violentos, afectos a la globalidad que ama el conflicto y a la mezquindad de la paz ausente. Somos iguales no sólo físicamente sino en esa ausencia interna de valores que nos hace caminar por caminos equivocados sin darnos cuenta que hemos comenzado a tocar fondo. A sentirnos incapaces de que nuestros pasos sean regulares; a mirar sin límites el ego de una reciente herencia pasada. A aceptar la pausada soledad que vivimos sin mirar el futuro cada vez menos distante.