Vivimos una época de entretenimiento político. Las semanales peroratas, las posiciones drásticas, las posturas radicales en esto o aquello, hacerse notar dentro y fuera del país, configura una política de entretenimiento que pretende mantenernos embobados en temas sin importancia propios de este circo mediocre. Las discusiones deberían centrarse en la inseguridad que campea, la corrupción, los come cheques, los chalecos, la narcovalija y el desvío de fondos públicos, así como los abusos de Cuero y similares, entre tantas perlas que adornan a la revolución ciudadana. El circo puede ser entretenido para algunos, pero no contribuye a mejorar la calidad de vida, no aporta al buen gobierno ni suma para el futuro de nuestros hijos y nietos.