El filósofo John Kekes (“Las Raíces del Mal”), sostiene que la tendencia al mal, lejos de ser una patología o desviación de la conducta humana, supuestamente perfectible, es, como el bien, consustancial al hombre, y los hacedores del mal, aunque racionalizan su conducta, son plenamente conscientes de sus actos; así, la maldad sólo espera ocasión y falta de coerción para aflorar.
En cambio, el pensamiento socialista tiende a rehuir la responsabilidad individual y los absolutos morales judeocristianos, para privilegiar una moral relativa; el delincuente común es visto como víctima de la sociedad injusta y excluyente, y el emprendimiento privado, como afán egoísta de apropiarse de la “riqueza social”, casi un delito. Se da así una perversa inversión de valores: proteger al delincuente y desproteger al emprendedor, lo que se expresa en leyes, políticas, declaraciones públicas, etc.
No debe extrañar el altísimo aumento de la delincuencia aquí en los últimos años: es consistente con esa ideología en el poder. El mensaje percibido por los delincuentes nacionales y extranjeros que operan en Ecuador, quienes nada saben de ideologías, y saben mucho de técnicas para matar y apropiarse de lo ajeno, es simplemente la expectativa de mayor impunidad y garantías para actuar a sus anchas; el sentimiento de inseguridad general vuelve al país proclive al totalitarismo.