Hace unos días presioné el control de la puerta del conjunto en que vivo y noté que no había luz. Contrariada, busqué soluciones para ingresar. Mientras tanto, frutas y verduras de la compra y yo sudábamos por el sol canicular, más aún cuando cerré casi por completo la ventana debido al huracanado viento que producía remolinos con la tierra del empedrado deteriorado por las excavaciones para la alcantarilla. Imaginé, entonces, lo agradable que sería transitar en nuestro barrio San Pedro del Valle, de Nayón, solo por calles adoquinadas o asfaltadas, dirigirse a Cumbayá por una carretera amplia, sin maleza invasora, ni basura, sin el peligro de volquetas, buses escolares y bicicletas que compiten con los autos livianos por el reducido espacio. También cavilé sobre la ecológica posibilidad de producir energía eólica o solar en un país privilegiado por su ubicación en el ombligo del mundo. Así no importaría si las turbinas de las centrales hidroeléctricas o térmicas dejan de funcionar, pues el viento y el astro rey siempre están disponibles. Además, ahora quiero rogar a los personeros de la EMAP que sean consecuentes con su eslogan “Pasión por el agua” y acudan a las llamadas que indican que hay una manguera rota en la calle desde el 12 de marzo y no se les ocurra permitir el desperdicio hasta el 22, “día en que la orden número tal será atendida”.