A diferencia de tanto entontecido por el dinero, el dominio de las masas, el control del Estado que pululan en el mundo de la política de muchos presidentes, alcaldes, gobernadores, diputados, senadores, asambleístas de muchas repúblicas o monarquías, el comportamiento del señor Mujica, presidente de Uruguay, nos llena de fe y esperanza en los políticos y en el hombre y mujer en general. Pero claro, el caso de Mujica es casi como una estrella fugaz en un firmamento de seres a los que el poder los vuelve locos de remate.
Casos hay en Asia, en África, en Latinoamérica donde los políticos, con presidentes a la cabeza, no solo quieren poder hegemónico y total sino perdurable en el tiempo y en el espacio y no dudan en reformar constituciones para conseguir re-reelecciones, como el caso argentino, por ejemplo, o Chávez en Venezuela, países en los que nada importa la Constitución y ley con tal de perennizarse en el poder. Y qué decir del afán desmedido de enriquecimiento de esas clases políticas que juraron ser diferentes de las anteriores y cada vez son peores. Ojalá y las noticias sobre la forma de vida y de ver y entender la política de un verdadero socialista, respetuoso de las libertades, de los derechos humanos, de la libre expresión y de la prensa, calen al menos en alguno de nuestros gobernantes y de las clases políticas del mundo. El señor Mujica es un ejemplo que causa envidia y su premisa de que “pobres son los que más quieren atesorar riquezas” a costa de sus pueblos, llegue a la conciencia de quienes creen que solo el poder y el dinero los hace dignos de la ‘gloria’.