Ahora que el Gobierno está empeñado en reformar la educación, tema muy delicado e importante para el país, creo que los ciudadanos no podemos ser sólo espectadores. Han expresado sus valiosos criterios y sus preocupaciones connotados personajes; quiero aportar modestamente.
Necesitamos profundos cambios para avanzar en la formación intelectual de nuestros niños y jóvenes; no solo construir o mejorar unas pocas aulas o repartir algunos útiles y materiales; se requiere una ley que esté en armonía con lo que sucede en el mundo de hoy, para lo cual debemos cambiar el ambiente físico con infraestructura, material educativo (uso obligado de la tecnología).
Pero lo más importante está en el cambio de mentalidad de nuestros educadores, quienes deben ser los facilitadores para que los niños aprendan a pensar, a razonar, a discernir y a sacar conclusiones; eso no se consigue con ejercicios de repetición y de memorización de materias de estudio, ni con material didáctico que contienen temas cargados de ideología, peor con mensajes que incitan a un enfrentamiento entre pelucones y pobres o entre explotados y explotadores, porque una sociedad avanza y crece con el trabajo de todos sus miembros.
Se requiere preparar a estudiantes en las mejores universidades del planeta, sin importar que sean del “imperio” o “neoliberales”. ¿De dónde sacamos esos educadores? Por ahí debemos empezar, eligiendo un verdadero líder que sin prejuicios y con mentalidad amplia y abierta, encamine por esos senderos a todo el equipo de talentos que están en las aulas.