La población de niños especiales de 0 a 6 años tiene escasas posibilidades de inclusión, o de desenvolverse en el mundo de todos. Otro eslogan político. Los padres peregrinan por establecimientos que se jactan de implementar “tecnología de punta”, sin haber superado el estigma de la exclusión para niños con necesidades especiales. ¿Qué respuestas reciben? Desde un “no” tajante y discriminatorio hasta un protocolar “qué pena, lo sentimos, no tenemos experiencia”.
Y cuando al fin se abren puertas… Uf, sí, nosotros… ¡Claro, tenemos mucha experiencia!… Solicitan ingreso para Maternal; requisitos, citas, tour por el plantel, entrevistas, evaluaciones al niño (casi como las del Ceaces): “un lindo el niño, está muy bien en comprensión, atención, integración, motricidad fina, gruesa, ubicación espacial, garantizamos que de aquí saldrá con el bachillerato. Los pagos, aclaraciones de rigor: horarios, uniformes. ¡Ah! Su niño participará con todos sus compañeritos en Educación Física y Manualidades, el resto de horas estará en un aula especial con los niños especiales… (¿Inclusión?) Días después, la encargada del grupo de niños pide que la madre venga de urgencia a llevarlo. ¿Qué pasó? El niño se hizo kk. El plantel “no cuenta” con personal para esos menesteres. Se repite la situación, la psicóloga hace recomendaciones para “controlar el asunto”, y a la tercera, muy molestas (las psicopedagogas), sentencian: “Señora traiga al niño después que haga kk en su casa…” Incompetencia, engaño; violación de derechos, y todo esto pagado. La verdad, es como se lo cuento.