Conocí a Édgar Terán cuando yo cursaba el sexto año de secundaria en la Academia Militar Ecuador (1946) fui fundador de este prestigioso colegio, en ese entonces.
Era un joven con una mente brillante y una inteligencia envidiable, méritos que le sirvieron para desarrollar sus actividades al servicio de la Patria, ocupando cargos importantísimos en el convivir nacional.
Era alegre, amable, gran amigo, de una gran modestia, de un espíritu bien forjado, fue ejemplo de ser un gran compañero y amigo. Su partida me ha dolido mucho, su último viaje ha sido muy triste y espero que esté compartiendo la gloria del Señor, gozando de la recompensa y del agradecimiento que solo allá se pueden recibir, en la tierra solo se reciben ingratitudes como así fue con Édgar en ciertas ocasiones. Me solidarizo con la familia en estos momentos de dolor. Paz en su tumba.