Al desempleo y subempleo hay que mirarlos como son: consecuencia y no causa de la recesión económica que s atravesamos en Ecuador desde fines de 2015. Hay más de 90 mil nuevos desempleados y más de 430 mil nuevos subempleados en el país. Producto de un evidente fracaso del estatismo, del socialismo, que pensó que a punta de “inversión estatal” podíamos “dinamizar la economía, reactivando producción y empleo”, que a punta de proteccionismo es posible “proteger industria nacional y empleo”.
Nuestros “iluminados” culpan de esta crisis productiva (y como consecuencia no hay empleo adecuado), a la caída en el precio del petróleo y a la fortaleza del dólar; y claro, la “calentura no está en las sábanas”: está en el exceso de gasto público frente al Producto Interno Bruto, en el aumento de impuestos, en el agresivo endeudamiento, en la no firma de acuerdos comerciales, en la tozudez de seguir con un salario mínimo vital (en lugar de permitir que este sea determinado por las fuerzas del mercado laboral) y, en pocas palabras, por la insistencia de tener más controles estatales y menos libertad de mercado.
Nuestra crisis es estructural y no coyuntural; de la misma saldremos con un gobierno de corte capitalista, liberal y de mercado. ¡Basta ya de socialismos nefastos y retrógrados! Queremos producción, generación de riqueza y empleo sostenible (pagando impuestos proporcionales, no progresivos ni desalentadores de la iniciativa privada); no queremos seguir el “ejemplo” del “modelo” cubano-venezolano: distribución equitativa e igualitaria de la miseria. El capitalista vive de la inversión productiva previamente ahorrada; el socialista consume la inversión del capitalista y en lugar de agradecerle, lo critica en forma incomprensible y destructiva.