A propósito de una biografía de Hitler que estoy leyendo, me puse a pensar en la coyuntura actual del Ecuador y a yuxtaponer la situación histórica del manejo de la propaganda durante el nazismo. El gobierno de los nacionalsocialistas, el Tercer Reich, no se hubiera gestado sin la propaganda de envergadura colosal que difundió y, convenció, de la demagogia hitleriana recalcitrante, aún, en 1945, cuando el gobierno del Führer se caía a pedazos. Cuando existe un aparato estatal propagandístico encargado de transmitir al pueblo informes inciertos, rendiciones de cuentas dudosas; encargado de sostener la figura de un “líder”, que trata de eliminar el pluralismo, desacreditando con ofensas y escarnio, sin asidero intelectual, con el objetivo de manipular la opinión pública, imponiendo la verdad del oficialismo, a través de propaganda política incesante y desmesurada, el Gobierno de ese Estado se encuentra condenado a la debacle.