Siempre que alguien fallece, sea un amigo o familiar, alabamos sus virtudes y nos repetimos la frase díselo “en vida”.
En un restaurante de Quito encontré al arquitecto Sixto Durán Ballén, pensé largo rato: ¿le digo o no lo buen ciudadano, sencillo, ejemplar, buena persona y sin complejos de grandeza cuando fue presidente, alcalde y legislador? Luego de pensarlo bien, me acerqué a su mesa y le dije todo lo que debía decirle.
Qué satisfacción tan grande sentí al saludarlo y agradecerle por todo lo que ha hecho por la ciudad y el país.
Hoy que vivimos una verdadera crisis de valores, donde reciben ministerios, condecoraciones, premios, bonos los exguerrilleros que secuestraban, robaban y mataban y ahora tildan de guerrilleros a los pocos estudiantes, dirigentes indígenas y ecologistas que se atreven a protestar en las calles.
Para la buena gente que se entregó y sirvió bien al país decirle gracias es suficiente.