El estado de propaganda disfraza su campaña 24/7 como “temas de interés público” para mejorar su recordación autorreferencial. Los medios independientes deben darse cuenta de la trampa y contextualizar todo lo que el Gobierno quiere ver publicado sin marco de referencia. Por ejemplo, cuando la propaganda oficial menciona “la revolución” la prensa debiera aclarar que se trata de: “el partido de la revolución”. Si algún funcionario se refiere a los “medios públicos”, el buen periodista debiera agregar “los medios públicos del Gobierno”. Otro ejemplo (que hay miles), si algún poder del Estado elogia el “buen vivir” una apropiada contextualización debiera completar “la secretaría del buen vivir”. Haciendo uso de trampas semánticas el discurso oficial va colonizando el habla hasta imponer la verdad única en el imaginario colectivo.