Ante las denuncias internacionales de coimas entregadas por Odebrecht, a más del grito destemplado y los golpes de pecho contra los “traidores” e “infiltrados”, poco o nada hace el presidente Correa. En los últimos años, hubo diez contratos en el país con esa compañía, la mayoría con entidades del gobierno central.
El presidente, en obvio afán político, extralimitándose de su función ejecutiva, denuncia y llama la atención sobre el caso del Metro de Quito, no mencionado en el informe de la Fiscalía de los EE.UU.
Obviamente, si se identifica a algún individuo que, siendo o no empleado del Municipio, ha recibido coimas, deberá caer todo el peso de la ley sobre él, e incluso sobre el Alcalde si se comprueba su responsabilidad. Pero hacer esta denuncia no corresponde al Presidente. Menos aún, decir algo tan ridículo como que Rodas ha ido a “quejarse a sus amos del norte”.
Como si un alcalde manejara la política exterior de un país. Esa denuncia se hizo en EE.UU. El alcalde Rodas ha publicado comunicados y ha ido a los EE.UU. a pedir una precisión oficial de nombres de implicados.
En cambio, sobre contratos con otras entidades que estaban bajo su coordinación personal como “encargado de sectores estratégicos”, el Ing. Glas guarda un notorio silencio. ¡Qué diferencia!