Se ha demostrado que el diálogo no cuesta nada, además de que debe haber entre las partes la voluntad de llevarlo a cabo. El presidente Lenín Moreno es un hombre reposado y tolerante que ha tenido la virtud de crear un ambiente de libertad plena, lo que se vive y respira con toda amplitud.
Esta realidad contrasta con la política de imposición e intolerancia que se vivió durante la década perdida encabezada por el Eco. Rafael Correa que gobernó investido por todos los poderes bajo la apariencia de un Estado de Derecho.
Considero que es un gran paso el que se ha dado de parte del ejecutivo de respeto a la opinión ajena y al destierro del lenguaje virulento y descalificador que dividió a los ecuatorianos en buenos y malos, según sean condescendientes de los abusos del poder. Pues aunque no se han cambiado a los titulares de las demás funciones y todos y sus equipos por razones legales, ya no se actúa con el temor de ser observado por el poder omnímodo.
El presidente Moreno debe aprovechar su alta aceptación en todos los estratos del pueblo para implementar los cambios que son necesarios, urgentes para desmontar el aparataje correísta que sigue en el gobierno y en la Asamblea en cuyo frente se encuentran las damas duras del anterior gobierno; debe librarse de las amarras que le atan a su propia fortaleza y que quieren impedir que enfrente los temas de la política de economía que quedaron muy deteriorados al hacerse cargo del poder.
No querríamos repetir lo manifestado por un ex Presidente que, ante lo difícil de la coyuntura que tuvo que enfrentar, dijo que parece que no le han nombrado Presidente del Ecuador sino “Síndico de una quiebra”.