Mientras no suban los precios de las gasolinas, del gas, de las tarifas de luz, teléfono y agua; mientras haya salud y educación gratuitas; mientras el Biess siga otorgando préstamos quirografarios e hipotecarios, no puede haber descontento popular.
Mantener ese Estado benefactor es muy costoso, pero es indispensable en todas partes, más aún en un país con carencias de siglos en las mayorías excluidas.
A pesar de la caída del precio del petróleo, se va a mantener la inversión en obras públicas, como escuelas, colegios, universidades, centros de salud, hospitales, carreteras, puentes, viviendas, etc.
No va a incrementarse la deuda externa más allá del porcentaje actual que es adecuado en relación al PIB y seguirá atada a ciertas inversiones que serán un ahorro para el país en un futuro cercano, como las hidroeléctricas.
Los inconformes son:
1. Los que no aceptan que haya un gobierno popular porque quisieran que las élites sigan gobernando.
2. Los diversos grupos que no quieren perder su espacio de poder en el Estado: algunos empleados y exempleados públicos relacionados con la educación, la salud y el sector petrolero.
3. Ciertas dirigencias y algunas personas acostumbradas a figurar en los medios porque esa es su forma de vida.
Es normal que haya inconformes, pero no digan que representan los intereses de las mayorías.