El 27 de abril acudí a la Jefatura de Tránsito de Quito (av. Occidental), a fin de realizar el trámite para renovar mi licencia. Había escuchado que ahora el servicio era más ágil y tomaba menos tiempo. Sin embargo, mi amarga experiencia fue que permanecí desde las 09:45 hasta las 14:45; es decir, 5 horas tan solo para una renovación de licencia.
La fila inicial (para presentar los papeles requeridos y obtener el turno correspondiente) se extendía hasta el parqueadero del nuevo edificio de la Jefatura de Tránsito y avanzaba muy lentamente. La razón: solo dos personas recibían los papeles. Luego, según el número de turno, había que dar en otro escritorio los datos. Pues resulta que los funcionarios se van a almorzar y en lugar de dejar quienes los reemplacen, esos módulos se quedan sin nadie. Finalmente se logra obtener el turno para rendir el examen, que es el paso más ágil del proceso; una vez concluido el examen le entregan un turno para tomarse la fotografía y emitir la licencia.
Sin embargo, debido a la hora de almuerzo, los funcionarios desaparecieron y dejaron primero, durante casi hora y media, a un solo funcionario para atender más de 300 turnos pendientes. Es decir, entre la aprobación del examen y la emisión de la licencia hay dos horas y media.
El nuevo edificio está muy bonito, el personal es muy amable, ¿pero hasta cuándo tenemos que seguir viviendo la irracionalidad de la organización de los tiempos, como si el de quienes hacemos el trámite no valiera nada? ¿Por qué no pueden organizar adecuadamente la atención para que sea ágil y eficiente? ¿Por qué no hacen turnos en la respetable hora de almuerzo de los señores funcionarios? (quienes hacemos el trámite también tenemos hambre y cansancio).