La democracia es el gobierno del pueblo; en ella se manejan estos materiales y en manos de sus usuarios, que pueden darle diversos sentidos. Es justificado cambiar y contar con la tecnología que impone la era del conocimiento. Es deseable que la voluntad del respetable y verdadero soberano, no se plasme y transite por el vehículo del papel que hemos llamado, papeleta electoral manejada por un poder del Estado, el Consejo Nacional Electoral (CNE), que debe ser transparente y transparentar esta voluntad.
El CNE tiene muchas funciones; en el tráfico electoral, que debe observar y cumplir la Carta Magna. De acuerdo con el CNE, en la última consulta-referéndum, consta un padrón electoral de 11,158 millones de votantes, entre vivos y muertos, por falta de una coordinación con el Registro Civil; de esa cantidad, 8,634 millones acudimos a sufragar, queda entonces una diferencia del abstencionismo de 22,6% (2,521 millones).
Ahora sí, corresponde al CNE coordinar con el Registro Civil, y determinar los muertos empadronados y sumarlos al abstencionismo. El respetable exige que esos votos sobrantes debe ser auditados, mediante un sistema interno y externo, con veedores independientes, determinar su cuantía y darle a conocer al soberano antes que sean triturados o quemados. Solo así, podemos hablar de tranquilidad de conciencia y manos limpias.