Esta desgracia convertida en calamidad endémica de las organizaciones sociales, pueblos, estados y personas, afecta a todos al relacionarse con la satisfacción fácil, perniciosa e inmoral de necesidades e intereses suntuarios, egoístas e innecesarios. Ambición desmesurada de riqueza y lujo, de acumular dinero.
Se presenta en actores burocráticos, administrativos, de seguridad, de control, de orden, de planificación. Acaba con la práctica de los valores. Convierte al ser humano en un ente superfluo, nocivo, sin personalidad y sin educación.La corrupción es un camino viciado de abusos e ilegalidades, distorsiona por completo las normas, reglas y leyes de la sociedad, daña y pervierte la honradez, la honestidad, las buenas costumbres. Sus aliados son la mentira, el robo, el engaño, la hipocresía, la manipulación. Mancha indeleblemente la honra de los involucrados, el prestigio y tradición de países y gobiernos, siembra dudas en el trabajo de autoridades y funcionarios.
El Ecuador no ha quedado libre de este infortunio que ha sentado sus redes en hechos pequeños, grandes y diarios, como trámites y contrataciones, donde son comunes las coimas, pagos indebidos, tráfico de influencias, sustentados en el autoritarismo de quienes exigen cumplir disposiciones arbitrarias e inmorales. La corrupción ha hundido al país en estos diez últimos años. El ex vicepresidente de la República acusado y condenado por corrupción e igual ministros y altos funcionarios. Caso inédito en la historia nacional.
Hay que castigar al corrupto con todo el rigor de la ley y formular planes para educar y formar a los jóvenes y niños.