Un coronel en el 30 de septiembre

Acosado por los reclamantes se refugió en un hospital, ahí fue atendido con deferencia. Recibió la visita de ministros y partidarios y tuvo acceso a todo tipo de medios de comunicación. Se conectó con el mando militar y dispuso el operativo de seguridad para abandonar el hospital en la hora escogida por él; nadie le impidió la salida. Llegó a Carondelet y ahí ante el asombro de la gente consciente denunció que había sido secuestrado en el hospital. Descargó su ira contra el director, un Coronel que ha sufrido todo tipo de vejámenes; fue privado de su libertad y se le dedicó más de una sabatina para denigrarlo, el Coronel mantuvo la dignidad y soportó con estoicismo la furibunda arremetida. El abuso de poder se estrelló con una declaración de inocencia por parte de unos jueces que desafiaron la tiranía en un acto de valentía desconocido en estos tiempos de sumisión absoluta. El huésped de Carondelet no da su brazo a torcer, ahora impide la baja voluntaria del Coronel por sobre las leyes que no permiten que un ciudadano se vea obligado a seguir trabajando en un lugar que ya no desea hacerlo; el Coronel está “secuestrado” en su propia Institución. Los derechos humanos y el espíritu de cuerpo han desaparecido de este pobre país triturado por algo que llaman revolución ciudadana

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