La paz y la tranquilidad son dones que Dios nos regala, para dignificar nuestro espíritu y nuestro estado de ánimo, no para confundirse entre la vorágine, de quienes por satisfacer su ego y sus caprichos de decir ¡No! a todo lo que signifique adelanto y progreso para nuestros pueblos.
Me causó sorpresa leer en EL COMERCIO del sábado 15 de agosto, que en una sección, titula ‘La marcha de ayer fue masiva y pacífica’, contradiciéndose en otra página, donde dice: “La recién remozada Plaza Chica quedó destruida”, y hace un recuento de los daños causados por los huelguistas en casi todo el Centro Histórico, de los daños causados por los mal llamados marchistas, se vio agresión a los policías, que sirvieron de carne de cañón para algunos desadaptados.
Me pregunto: ¿Es esta una marcha pacífica? Pues no, señores. Fue un atropello a la dignidad humana y una agresión a nuestro Patrimonio Cultural.