Le he oído hablar varias veces sobre el tema “tramitón”. Una visión muy loable de eliminar trámites absurdos que incomodan, quitan tiempo, maltratan al ciudadano, atropellan su dignidad y suscitan íntimamente, y a manera de lamento, la introspección ontológica: ¿Por qué nací aquí? Pero hay algo grave, más grave que los dichosos trámites y es la cantidad de normas, requisitos, regulaciones, leyes, entidades públicas, etc., a los que se deben someter los emprendimientos, despachos profesionales, talleres, pequeñas cooperativas, ONG, etc., que hacen de su existencia un calvario.
Constátelo, no por la información y los indicadores que le dan, sino como lo hacen los gerentes: tomando información de primera mano, conversando aleatoriamente con la gente, lo que se conoce también como MBWA (Management by Wandering Around) y no por medio de los “testimonios” artificiosos que le preparan sus colaboradores. Las empresas y los emprendedores no quieren grandes subsidios, ni grandes exenciones.
Lo que más anhelan es que les permitan desarrollarse sin tener al Estado y todo su aparataje asfixiante encima de ellos todo el tiempo.
Ayúdele al país por favor; promovamos la inversión, no desde la lógica de aquella intelectualidad burócrata-marxista que le rodea, obsesionada con las normas y los controles, sino desde la realidad del día a día del emprendedor.