Hace poco me encontraba seleccionando personal para cubrir una vacante, y a diferencia de otras ocasiones al menos el 40 por ciento de postulantes eran extranjeros, al entrevistarlos encontré que estaban dispuestos a trabajar por lo que sea y es comprensible por su situación.
Esto me abrió los ojos, día a día hemos visto como las calles se han ido llenando de extranjeros, ellos junto con los ecuatorianos que han caído en la desgracia del desempleo o el subempleo, compiten por sobrevivir un día a la vez.
Es una realidad a todo nivel, quienes piden caridad tiene competencia, quienes venden caramelos, quienes buscan atención en un centro de salud, quienes limpian parabrisas en los semáforos, aún a nivel profesional, cuatro de mis 23 compañeros de oficina son extranjeros.
Esto no sería problema si hubiera trabajo para todos, pero estamos en crisis. Se debe cuidar a los ecuatorianos, es urgente regular la entrada de migrantes, además, no sabemos cuánto dinero le cuesta al país mantenerlos, los otros países nos deberían ayudar.
Luego de pensar en todo esto y con el dolor del alma, decidí no entrevistar a ningún extranjero más y darle ese trabajo a un hermano ecuatoriano.