Las expectativas cuando se asiste a escuchar al Cigala evidentemente son altas. El artista es único y cuenta con un equipo músicos que interpretan, al igual que el maestro, con singular calidad.
Me referiré al derecho del público a ser respetado y no agredido. Durante 15 minutos se tuvo que soportar la estridente voz en audio de un experto en anunciar la publicidad de al menos 15 empresas. Respeto a que la empresa productora no instale pantallas de pésima resolución por lo que la imagen proyectada no reflejaba lo que acontecía en el escenario. El volumen superaba los decibeles recomendados por la OMS.
¿Existe un código o reglamento para el uso del Teatro Nacional que regule aspectos como publicidad, volumen, manejo de luces? Este es un espacio público que se entiende es alquilado para diferentes espectáculos, están previstos códigos mínimos de calidad para su uso. Si existen, ¿quién controla su cumplimiento? Quizás las autoridades de la Casa de la Cultura pueden acceder a las regulaciones que se aplican en el Teatro Sucre, en el cual los espectáculos cuentan con alta calidad.
La suerte para todos fue que al aparecer el Cigala, como mago que es, hizo olvidar el mal inicio.