El viernes 8, atrapado en un trancón en las avs. Orellana y Amazonas, a las 10:00, vi que se debía a un numeroso grupo de ciclistas; luego supe que se trataba de “oficinistas públicos y privados que van a trabajar en bicicleta”. No sabía que entraban tan tarde a sus puestos, ¿no será más bien un pretexto para el ocio? Su lentitud y ambiente festivo daban toda la impresión de un paseo, no de la prisa de quien va a trabajar, aunque quizá los que vi eran los últimos de un enorme grupo. Me recordó los nefastos “viernes deportivos”, cuando muchos burócratas ya no atendían al público, a pretexto del deporte.
No me gusta cómo el Municipio politiza a la bicicleta. Hasta el 2006 hice ciclismo de montaña por rutas andinas y del subtrópico, pero un tumor cancerígeno me impidió continuar. Considero bueno al ciclismo, no así al exhibicionismo y a las molestias a terceros. Nuestro país ofrece rutas maravillosas y paisajes bellísimos para pedalear sin molestar a nadie; en cambio, no creo que el ciclismo urbano sea ninguna solución para el transporte masivo de Quito. Barrera, a la cabeza de este ciclopaseo (porque eso fue), resulta un símbolo adecuado de su gestión y su concepto de “recuperar el espacio público”: mucho exhibicionismo, pérdida de tiempo. Da pena tener ese Alcalde.