Desde un lugar muy privilegiado una persona dictamina. Quienes desean oírla acuden para emularla en el futuro o simplemente escuchar sus ideas. La intensidad del interés del alumno se basa en el grado de prestigio alcanzado por la que da cátedra. Hasta aquí bien, si se piensa simplemente. Si se lo hace de mejor manera esto presupone que la materia en la que se es versado contribuya a la disminución de la ignorancia bajo la premisa de que se busca el bien de manera ética y esto se logra con análisis y debate entre el locutor y el oyente aunque el primero no esté presente.
¿Existen catedráticos que puedan enseñar maneras o políticas sobre cómo convencer a los admiradores y a los incautos para que éstos no piensen ni los cuestionen? Y me parece que sí los hay. Basta el ejemplo en Cuba y la manera exitosa de la familia Castro cuando hasta en estos días dicta cátedra de cómo permanecer en el poder durante 55 años con un sistema que, aseguran, es democrático. Este sistema basado en el aniquilamiento violento de toda clase de oposición y el resguardo fratricida de adoctrinados. Durante 15 años siguen esos pasos en Venezuela y hay quienes aplauden el remedo.