Las dificultades que está sufriendo Ecuador para formalizar el acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) son prueba de la desastrosa conducción de la política internacional y del comercio exterior del Gobierno de la RC.
Recuérdese que con la arrogancia de que se ha hecho gala en estos casi nueve años, se dijo que no se celebraría un acuerdo de esa naturaleza, porque iba en contra de la soberanía nacional. Y con ese argumento falaz, se retiró de las negociaciones que adelantaba la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) con el bloque europeo. A la vuelta de pocos años, quien todo lo decide se enfrentó con la realidad: el no acuerdo con la UE produciría una feroz afectación a las exportaciones ecuatorianas, por lo cual se volvía indispensable tocar las puertas para reanudar negociaciones. Pero Europa ratificó, como ya se sabía, que se trataría de una adhesión del Ecuador al tratado multipartes andino suscrito con Colombia y Perú. Esto significaba, primero, que por dogmatismo y ceguera diplomática, se perdió tiempo precioso en perjuicio de Ecuador. Y segundo: que se requeriría, en su momento, el visto bueno de los vecinos para formalizar el tratado con la UE. Es decir, se les dio a estos países un enorme poder sobre la decisión “soberana” de Ecuador, que eventualmente se utilizaría para presionar la solución de diferendos bilaterales. Y así ha ocurrido. Ha sido necesario que el Jefe de Estado se reúna apresuradamente con los presidentes -Santos y Humala- (disfrazando de gabinetes bilaterales en la jerigonza diplomática) para destrabar la oposición de Colombia y Perú. Como es costumbre en estas citas diplomáticas, los discursos han ponderado la solidaridad y hermandad, pero a nadie con mínima experiencia internacional, convencen tales tañidos de lira.
En suma, este penoso calvario, debido al manejo de la política internacional, es un ejemplo de lo que no se debe hacer y de las consecuencias de la improvisación en los campos de la diplomacia y el comercio internacional.