El ser humano siempre ha buscado una sustancia para calmar la insatisfacción de su alma, algo que le dé placer, que le saque de los problemas o que por unos instantes evada la realidad de la vida. Lamentablemente, aquella sustancia siempre será superior a la voluntad.
El mundo de las drogas abre puertas a lo desconocido, altera la percepción de la vida, y el cerebro se deja atrapar en esa ilusión con una cuota de tolerancia, que cada vez pedirá más sustancia para sentir lo mismo.
Cada ser humano es más o menos proclive a desarrollar apego a ciertas sustancias. Sus neuronas serán las responsables de receptar el efecto deseado. ¿Cómo se inicia la carrera de consumo? Es por influencia, por presión grupal, “por probar”, por ignorancia, por despecho, por moda, etc.
La única forma de entender lo que más tarde puede hacer las drogas con el ser humano es con la prevención y esto se logra difundiendo en la niñez y adolescencia. El método para luchar con esta terrible avalancha que pisotea a la humanidad es impartiendo un pénsum específico en escuelas y colegios, ya no con simples campañas antidrogas, en lugar de algunas materias que no sirven para el diario vivir ni enseñan a enfrentar los verdaderos problemas de la vida. Se necesita, entonces, entender que esta sustancia tiene un amplio abanico de causas y efectos, como lo son el aspecto químico, psicológico, social, laboral, educativo, espiritual, cultural, etc.
Actualmente, la ley busca corregir su uso, pero se topa con un hilo muy fino que es no poder diferenciar entre la cantidad de tenencia permitida para consumo y la tenencia para el microtráfico. Si se baja la cantidad permitida de tenencia de la sustancia, el traficante se desmultiplicará y allí radica el problema, es que no se puede poner migrajes permitidos de la droga.
Lo que sí se podría controlar desde otra perspectiva (no vía cantidad de sustancia) es que no se pueda usar, ni llevar la sustancia en espacios públicos, a través de multas elevadas, pues estas ya no harían atractivo al microtraficante. Cabe concienciar el delito de inducción a las drogas cuando se trate de menores de edad, es decir, aquella persona que espere que el inocente se apegue a la sustancia para atrapar a un posible comprador seguro.