A las puertas de las elecciones, cabe meditar y tomar una decisión en torno al futuro gobierno de nuestro muy querido y sufrido país. Si el actual régimen hubiere cumplido a cabalidad sus propósitos de bienestar, libertad, honestidad, respeto, y considerando que tuvo una gran aceptación pública en tiempos pasados, otro cantar hubiese sido, lo que habría generado gratitud del pueblo. Lastimosamente, las cosas fueron diversas; hubo desde el comienzo del gobierno de AP, persecución a la prensa, insultándola, vejándola y tratando de sacar provecho de la misma, como en el caso del diario El Universo. La fiscalización, uno de los fines de la legislatura, estuvo reducida casi a cero; en esto sólo hubo sumisión casi total al Ejecutivo y dio paso a leyes no siempre razonables. Además, con la creación de impuestos por doquier, nos hemos visto acorralados por todo lado y la empresa, generadora de trabajo, de tecnología, de servicios, también se ha visto muy afectada. Y algo obvio, en el surgimiento de problemas y asuntos túrbidos que han brotado, el régimen debió ser el primero en investigar, por su decencia y por clarificar las cosas supuestamente anómalas, pero, al contrario, se ha dedicado a atacar a quienes han denunciado, y han esgrimido una asombrosa verborrea con justificaciones simples y con frases trilladas propias de ideologías rancias. El caso de Odebrecht es lo más patético , ya sea de parte de la Fiscalía o del régimen, se dan circunloquios y muy poco se avanza en una investigación concreta.