Creímos que el feminismo se tornaba anacrónico pero sigue siendo imprescindible. Hay que seguir buscando a la mujer libre y capaz de trabajar en igualdad de condiciones. Que no cae en la trampa de creer que renunciar a los hijos y correr tras la profesión es la aspiración última en la vida. Que puede producir y comprar la alfombra que ambiciona sin abandonar guaguas que no tienen otra mamá. Que llega a la edad del “nido vacío” y no se arrepiente del tiempo que entregó a la oficina y robó a los hijos. Que se realiza en su profesión y experimenta el placer de trabajar fuera de la casa, de no depender, el placer de aprender, de progresar, de llegar arriba sin ser postergada por un entorno machista. La mujer con autoestima que no acepta maltrato. El mundo libre de abusos. La mujer que considera un privilegio -y no un azote- el tiempo con los hijos. Un feminismo moderno y real.
Lucía Ponce Correa