Las peticiones a una emergente propuesta que fomente opciones para sobrellevar la crisis que está atravesando el país no se han hecho esperar. Las protestas públicas y las constantes declaraciones en medios de comunicación por parte de la ciudadanía muestran una inconformidad que se acrecienta a paso firme. Las redes sociales brindan espacios para propuestas significativas. Sin embargo, surge una pregunta concluyente. ¿Realmente es esto una respuesta a tiempos de cambios?
Con una historia trágica es difícil deshacer años de malas costumbres y comenzar desde cero. La falta de iniciativa es un mal social que aqueja al país y se extiende de manera desproporcionada. Es difícil soñar con un Ecuador de turismo y exportaciones influyentes, de cultura y riqueza inigualable, ya que se está confundiendo este progreso fundamental con una nimiedad implícita que yace bajo todo el furor de miles de manifestantes, que aparentemente se desarrolla sola.
Un país democrático en el cual las decisiones colectivas que contribuyen al desarrollo comunitario son planteadas por una ciudadanía que entre sus prioridades se encuentra sobreponer un argumento contradictorio, por no decir pesimista, a imponer una obra de arte o una patente tecnológica simplemente son muestras palpables de no querer ver un futuro satisfactorio, abierto a diálogos compartidos, opiniones divergentes y, por consecuencia, una economía estable.
En tiempos de cambios, solo surge una única respuesta para sobreponer un desarrollo sostenible y una cultura progresista. Cambiarnos con el tiempo.