En 1978, EL COMERCIO publicó un reportaje de Fernando Villarroel sobre Río de Oro, que describía esta zona de Manabí como una agreste selva húmeda. Hace pocos días, leo noticias sobre la sequía en ese mismo lugar, causante de la muerte de muchas cabezas de ganado. La foto que acompaña al reportaje parece de una región subsahariana. Evidentemente, después de años de tumbar la vegetación nativa, el clima se secó. Algo he recorrido el país, no tanto como el gran chileno Villarroel. Viajé a Lago Agrio hace días, y vi salir trailers cargados con enormes trozas de madera. Por su diámetro, era imposible que se tratara de árboles cultivados: debían tener más de 50 años. Creo que es momento de adoptar medidas urgentes y duras contra la deforestación en el país. El Ministerio de Ambiente, en este largo gobierno, muy poco ha hecho en ese sentido. De no hacer algo, incluso las enormes represas multipropósitos que se han construido con altísimos costos para el país, podrían perder gran parte de su utilidad y convertirse a mediano plazo en elefantes blancos, masas de concreto subutilizadas. Las represas pueden controlar las inundaciones, pero no las sequías. Y las de la Costa son mucho más vulnerables que las de la Amazonia. Ningún gobierno, por poderoso, eficiente u honesto que sea, puede hacer llover, crear agua sintética o llenar el cauce de los ríos.