Los genes ecuatorianos

La genética es determinante. Con resignación tenemos que aceptar que la cadena de trasmisión de costumbres, hábitos, traumas y más actitudes se implantan inexorablemente. Cómodos por naturaleza, nos gusta todo servido. Si algo falta, acusar al nivel siguiente. Falta solidaridad.

La viveza criolla enervante es una actitud diaria, adulterando taxímetros. El futbolista por algún roce cae dramáticamente para perjudicar a su colega, basura amontonada, los esteros son una pocilga y foco de infección. Los parques infantiles destruidos y a renglón seguido el reclamo airado por la desatención. El criterio de la “minga” desapareció. Barrer los frontales de las casas, un arbolito y pintar los grafitis inundados en la ciudad, aumentar un centavo al peaje, todo esto tiene costos insignificantes y la ciudad se transformaría en pocos días por supuesto si el alcalde Rodas recupera el GPS. Lloriquear, reclamar y no aportar nada es negativo. La cadena genética llega a los grupos de poder y en especial a la oposición política fría, perdida y mediocre, especialistas en criticar y expertos en solucionar la crisis que atravesamos. Es obvio que si fracasan ya saben a quién culpar.

Somos cortoplacistas y la palabra planificación no existe. Con estas peregrinas actitudes jugamos a la aventura como la FEF y los auditores jugando al “bobito”. Falta educar al pueblo y al poder en todas sus versiones, lenguajes sencillos, positivos, despojarse del interés pernicioso personal. En la actualidad hay un gran déficit de personas sobresalientes, calificadas, de expertos para desempeñar posiciones claves. Falta voluntad, demostrar que poseemos capacidad y ambición, convertir la crisis en oportunidades, metas que ayuden a crecer, establecer con claridad y firmeza lo que queremos conseguir y usar estrategias lícitas y éticas para lograr el objetivo. La microempresa como alternativa válida del desarrollo, regular el monopolio, los comodatos, la tradición de la tierra.

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