El sábado 24 de junio 2017, mientras me dirigía en automóvil hacia un hospital de Quito llevando a mi pequeña hija de un año ocho meses con una intensa fiebre, tuve la experiencia más terrible de mi vida cuando repentinamente, ante mis ojos, ella empezó a convulsionar.
En ese momento pasaba por el túnel Guayasamín, ruta muy transitada por miles de quiteños todos los días. Clamé por ayuda a varios policías metropolitanos que custodiaban diligentes el tráfico: una ambulancia o algún policía que nos pudiera escoltar y nos ayude a llegar rápidamente al hospital más cercano. A pesar de mi desesperación todos me miraban impávidos, incluso hasta molestos, como si mi pedido de auxilio les incomodara.
Con frustración e indignación escuché las respuestas más surreales de parte de estos agentes del orden metropolitanos: “no hay ambulancias aquí”, “no tengo moto”, “pregunte a mi compañero que está más adelante”… el compañero de más adelante nunca apareció.
¿Dónde están las radios para comunicarse con los demás policías metropolitanos? ¿Dónde está la ambulancia que por sentido común debería estar aparcada y disponible a la entrada/salida de este túnel tan transitado de Quito para atender i en caso de una emergencia dentro del mismo? ¿A dónde van los cientos de miles de dólares que se recaudan en el peaje del túnel Guayasamín? ¿Dónde están los planes de respuesta a emergencias que tanto se han hablado y publicitado? ¿Dónde estaba la más elemental empatía y sentido de servicio por parte de los policías metropolitanos?
La terrible experiencia que pasé me hace cuestionar (una vez más) la pertinencia de las decisiones por parte de las autoridades municipales sobre cómo utilizar responsablemente nuestros impuestos para mejorar la calidad de vida de los quiteños.
Señor Alcalde, usted que es padre de familia espero se compadezca de mi experiencia. Tiene en sus manos la potestad de cambiar esta situación. Ordene que se revisen los planes de respuesta a emergencias, por lo menos en las arterias viales de la ciudad. No espere la pérdida de vidas humanas para tomar cartas en el asunto.