Despedir a un ser amado por todos no sucede todos los días. Las despedidas así son llenas de gratitud, de alegría, de recuerdos edificantes, sin dejar de faltar el perfume de los nardos: las lágrimas. Se fue el motivador, el hombre que miraba a los ojos y creía en el esfuerzo, Víctor Hugo Araujo Pinto, también conocido como Juan, quizás porque era él quien hacía el bautizo hacia el optimismo y no dejaba a sus pupilos sino hasta convertirlos en grandes. Por sus manos pasaron glorias del deporte como Galo Yépez, Jefferson Pérez, Martha Tenorio, Yolanda Quimbita. El velatorio con razón de oficio se hizo en la UNP, habló con autoridad y recordó su trayectoria periodística José Granizo, estuvieron sus hermanos, sus compañeros del Diario El COMERCIO donde llegó a ser Editor de Deportes, los discípulos y amigos. Hablaron Mercedes Álvaro su esposa, sus hijos.
Él fue la sinergia misma de la alegría y el rendimiento, el compendio de la excelencia. Se fue dejándonos ese legado con abrazos y sonrisas. Ahora estará diciéndonos desde el cielo: “Nada de lágrimas mis muñecos, en rendimiento y disciplina conmigo”. Eres una gloria eterna del Ecuador, vamos a reclamar un monumento.