¿Hay alguna ley que nos proteja del ruido omnipresente que daña la salud? ¿Y del ruido que turba el sueño en el descanso de la noche y es más nocivo? Al parecer, se trata de una asignatura pendiente en eso del ‘Buen vivir’.
Todos hemos sido víctimas de fiestas bulliciosas que se prolongan hasta las dos o tres de la madrugada; se dice que en su casa pueden hacer lo que quieran, pero esta libertad debe tener límites. Otra costumbre es aquella de parquear los carros en plena calle y armar un griterío infernal acompañados de radios a todo volumen y consumo de alcohol. Y si algún comedido llama a la Policía, en el supuesto de que esta llegue, se produce el “milagro” de que la grave infracción de conducir en estado etílico, con el peligro que implica, se transforma en una actitud complaciente rayana en el surrealismo. Pero esto no termina aquí. Conozco un caso que ocurrió tiempo atrás, en el sector de la plaza Foch. Ahí, un joven salió de un restaurante sujetando en su mano una pequeña botella de cerveza con una cuarta parte de producto; enseguida fue abordado por los policías que le impusieron una multa enorme; recalcamos que no estaba ingiriendo y que se trató de un olvido. ¿A qué se debe la aplicación diferente de la ley?
Otro de los asuntos que debería regularse es el uso y abuso de los cohetes con cualquier pretexto y que estresan a personas, mascotas y aves del cielo. Esta costumbre pudo tener sentido en la Colonia, pero con los decibeles al tope en que vivimos es claro que se trata de una costumbre anacrónica. ¿Se deberían importar ventanas insonorizadas? Seguramente ayudarían.