Con frecuencia leemos de la inmensa desocupación que hay actualmente en el país y sin embargo personas de afuera vienen en busca de trabajo y generalmente lo encuentran. Nos preguntamos, ¿por qué preferimos gente de afuera y no contratamos a los nuestros que tan necesitados están? La respuesta no se deja esperar. Mientras el servicio de los ecuatorianos es deficiente (no lo es cuando van a otros países) el inmigrante se esfuerza en realizar un trabajo efectivo y en forma amable. Lamentablemente no solo no saben, especialmente cuando los trabajos son con computadora, (y ahora lo son todo el tiempo), o están aprendiendo y el cliente se ve obligado a perder mucho tiempo en espera de que descubran como hacerlo. Además de este inconveniente, la forma en que se dirigen al cliente es como si ellos estuvieran haciendo un favor, cuando en realidad la persona que acude al establecimiento es aquella que les da oportunidad de tener ese trabajo. En estas circunstancias es muy triste que cuando tenemos que escoger entre utilizar, en cualquier campo, un nacional o un extranjero, optemos por el segundo con el convencimiento de que esa persona va a realizar el trabajo en forma más consiente y responsable. Ya es hora de que nos pongamos las pilas y comprendamos que el Ecuador no es una institución de caridad y que cuando se paga por un servicio esperamos que ese se lleve a cabo adecuadamente.