Usted es nieto de indígenas que hace años, y por diferentes circunstancias, migraron a la ciudad y ahí, debatiéndose contra la miseria, formaron una familia de la que fue integrante su padre. Su madre, empleada doméstica y mestiza, junto con su padre, albañil, consiguieron con enorme sacrificio educarle.
Ud. ya no es indígena, no sabe quichua y se considera un ecuatoriano mestizo, al igual que más del 80% de conciudadanos. Está por terminar sus estudios universitarios y espera hacer su vida en lo que siempre ha soñado, la carrera diplomática.
Le tengo una mala noticia Sr. Piguave. Está en desventaja porque el Ministerio de Relaciones Exteriores de su país ha decidido que al momento de evaluar a los candidatos a ingresar a la carrera diplomática concederá una ventaja de 10 puntos a los indígenas, afrodescendientes y montubios.
Usted, Sr. Piguave, es víctima de discriminación por una cuestión de raza, discriminación prohibida en la Constitución vigente y que tiene un nombre: racismo.