Podría ser que esté mal informado sobre la realidad y tragedia de nuestra administración de justicia a partir de la Constitución 2008; podría ser que desconozca que nuestro Poder Judicial ha sido avasallado por el presidencialismo absoluto que agobia al Estado ecuatoriano, y que a pretexto del régimen de transición infinito ha sido convertido en una dependencia mas del ejecutivo; podría ser que desconozca el manoseo cotidiano y agresivo con que se ventilan las causas que favorecen intereses personales del oficialismo; podría ser que no esté al tanto del ambiente de terror y desconcierto, con el que nuestros operadores de justicia deben enfrentar cotidianamente el cumplimiento probo de su deber; podría ser que no esté enterado de que la lógica del derecho ha sido sustituida por las consignas del totalitarismo anárquico y vindicativo; en fin, podría ser que no esté al tanto de la descarada politización de nuestra justicia la que se quiere sellar con una Corte Nacional, en proceso, que no será celestial, pero si celestina, pues, las reglas del concurso conducen a ello. No creo por tanto que un magistrado de probidad notoria y de ejemplar trayectoria, como lo es usted, pueda apadrinar de alguna forma un sainete de tal magnitud.