La decisión del presidente Correa de descender de su alta magistratura de Presidente de todos los ecuatorianos, para pasar a ser el Jefe de Campaña de los candidatos de AP y principalmente del alcalde Barrera, se transformó en un búmeran y un pueblo cansado de tanto improperio, de tanta descalificación, de tantos y tantos errores de campaña que culminaron con la sabatina del último sábado en plena veda electoral y su poco apego a la democracia como institución básica de la República al enviar cartas pidiendo votos para su candidato, o voto nulo sino se votaba por Barrera, hasta su desprecio por el CNE y su Presidente, máxima autoridad en tiempo de elecciones, provocaron una avalancha de votos contra ese proceder, perjudicando a sus propios candidatos, pero principalmente al actual Alcalde. Los resultados demuestran que un político relativamente nuevo, Mauricio Rodas, sobrepasa al Alcalde-candidato con más de 20 puntos porcentuales, algo que nadie se podía esperar. Pero viendo bien, Quito es una ciudad milenaria, con blasones de rebeldía desde el Incario, pasando por la Colonia y la República, sería ocioso hablar de esos levantamientos de la ciudad contra la prepotencia, el abuso de poder, las injusticias, la barbarie, el insulto gratuito y la dominación, Quito, la bella ciudad española en los Andes fue, es y seguirá siendo libre, libérrima y jamás aceptará el despotismo, por ilustrado que sean de sus gobernantes. Me remito a las palabras del propio alcalde Barrera al asumir democráticamente su derrota cuando declaró que el presidente Correa pudo erosionar su candidatura. Y la derrota no solo es en Quito o Guayaquil, sino en muchas ciudades importantes de la geografía nacional, lo que le debe llevar al señor presidente Correa a hacer una lectura correcta de los resultados.