La separación de Gran Bretaña de la Unión Europea, aprobada por referendo, es un duro golpe para los que creemos en el mundo como una gran aldea global.
Los sueños de Churchill, de Bolívar o de San Martín de una Europa unida y fuerte o de una América del Sur formando una gran nación se han hecho añicos con este resultado. Una vez más los individualismos han triunfado sobre los ideales de unidad gracias al deseo del hombre de ser él y solo él. David Cameron, el primer ministro británico, quiso demostrar su poder y convocó ese referendo sin ninguna obligación y sin que nadie se lo hubiese pedido y perdió y le hizo perder al mundo.
Los pueblos y los políticos responden solo a sus intereses, la unidad les importa un comino. La UE fue o es el primer gran intento de tener una región sólida y poderosa al servicio de los grandes intereses del pueblo. Pero las diferencias económicas, sociales, étnicas, religiosas, de identidad sexual, etc., etc. han sido determinantes para dar el primer gran golpe a la unidad continental. Es cierto que es muy difícil gobernar desde un sector (la Troika) con mayor desarrollo a países con menos posibilidades económicas, los ajustes han sido terribles y eso ha determinado que de una vez por todas Gran Bretaña se vuelva a encerrar en sus islas, creyendo que eso será lo mejor para sus intereses pero sobre todo para detener o frenar a los millones de migrantes que pretenden llegar a sus costas y “dañar” sus países.