La campaña de televisión del Gobierno para explicar que nunca entregó borregos gratis a las comunidades de campesinos, sino que se los prestó a través de créditos del Banco Nacional de Fomento, debe constar en algún manual del despilfarro.
Inoportuna, reiterativa, errónea, a destiempo pero colocada en horario de alta sintonía.
Al parecer, otro gasto justificable pues, más allá de intentar desmentir a Alberto Acosta, Lucio Gutiérrez y Lourdes Tibán, -quienes sostuvieron que se trató de un intercambio para acceder a las conciencias-, muestra un real objetivo, crear un escenario rural fantástico. Con borregos uruguayos responsables de la supuesta reactivación del campo, con agricultores seudo empresarios analizando sus cuotas de pago. Por lo visto, después de la consulta popular escasearán los toros de lidia y los caballos de rejoneo, pero ya existirá este gracioso rediseño para la estructura pecuaria del país.
Hoy se incrementan los impuestos para el consumo de luz, autos, cigarrillo y otros; y al campesino solo le queda subsistir con la esperanza de vivir endeudado o venirse a la ciudad a integrar la fantasiosa ‘revolución ciudadana’.