Entramos en campaña electoral para elegir al próximo presidente del país y comienzan las propuestas de los posibles candidatos, una de ellas, es el aumento del Bono de Desarrollo Humano a USD 50 y 65 como un baratillo de ofertas.
Me he puesto a pensar en qué utilizan los receptores del bono (que son más de un millón y medio ) ese dinero que cada mes entrega el Gobierno tal vez para solventar alguna necesidad, pero que no representa una cantidad que cubra los gastos individuales y familiares, por lo que esas personas deberán trabajar en algo para no pasar hambre e indigencia.
Sin embargo, la realidad es diferente, se convierten en personas inactivas, que no les gusta laborar y que por necesidad pueden irrumpir en la delincuencia, que hoy en día, es una preocupación constante de la ciudadanía. Lo mejor que pudiera hacer el Gobierno es ayudar a esta gente que genere ingresos por asociación con otros en pequeños negocios o minicooperativas agrícolas a través de créditos que incentive su progreso y desarrollo.
En países del Primer Mundo existen subsidios temporales para las personas que no tienen trabajo luego de la quiebra de las compañías. La pobreza y el hambre van íntimamente ligados y constituye un problema y un desafío para el Gobierno que tiene la responsabilidad de mejorar la equidad y la eficacia del gasto social.
El bono es una dádiva o una caridad, pero está lejos de ser un impulsador del desarrollo humano, si se quiere ayudar a la población muy pobre puede haber otras formas de compensar la pobreza y garantizar un trabajo acorde con su preparación y destreza. Ofrecer subir el bono, no resuelve el problema.