En la edición de EL COMERCIO del 02 de junio de 2016, se publica una nota de rectificación, solicitada por el Sr. Comandante de Cuerpo de Bomberos de Quito, referente a un proceso iniciado en la Fiscalía por los lamentables fallecimientos de dignos miembros de la Casaca Roja en el infausto acontecimiento de Puembo, ocurrido el año pasado. No comentaré sobre el tema jurisdiccional. Me limito a analizar la nota aclaratoria sobre la formación del personal, particularmente a lo que se relaciona con su formación. Dice que los periodos de formación son: para oficiales, 30 días; y para bombero raso, 15 días.
Ser bombero es una profesión de capital importancia, cuya intervención no se limita a sofocar incendios, como tradicionalmente puede considerarse. Su valiosa intervención está orientada a actuar luego de desastres naturales, rescate de víctimas, choques, inundaciones, incendios forestales. Para estas labores es necesario combinar capacidades físicas, dominio de los conocimientos de las áreas relacionadas con sus responsabilidades, exigente preparación, entrenamiento y evaluación que garantice la idoneidad del personal que ostentará la calidad de Bombero. Y esto es imposible que se dé en 30 y 15 días, que se emplean en la inducción, en ambientarse. No puede argüirse como defensa que esto constan en un reglamento que data de hace 35 años (1981), argumento que no resiste el mínimo análisis de lógica y racionalidad.
Esta puede ser la oportunidad para actualizar el reglamento, con el fin de que se establezca una verdadera Escuela de Bomberos, que contemple una formación integral: exigentes requisitos y pruebas de admisión, programas de capacitación y entrenamiento integrales con tiempos apropiados para que puedan egresar debidamente capacitados, diseño de un plan de carrera completa con evaluaciones para ascensos, causales de desvinculación, etc. Es lo mínimo que se puede hacer en homenaje a esta noble institución, que en el terremoto del 16 de abril pasado y en otras tantas oportunidades, ha tenido una destacada actuación, reconocida por la ciudadanía.