La construcción de vías que cruzarán el viejo aeropuerto costará aproximadamente 15 millones de dólares, valor que costarían aproximadamente 20 trolebuses.
Cada vez podemos observar cómo el proyecto inicial maravilloso va tornándose de multicolor a gris pardo. La excusa es que “la nueva estructura vial resuelve el problema de conectividad y cierra el capítulo histórico que presenta el antiguo aeropuerto como una especie de muralla (….) que provocan la incomunicación entre la zona occidental y oriental”.
Bueno sería que la autoridad principal visite mejor algún país nórdico como Suecia, Noruega o Finlandia, donde ellos sí consideran que es necesario barreras verdes que cortan las ciudades para los autos mientas favorecen la conectividad de peatones, ciclistas y trasporte público verdaderamente eficaz que las atraviesan en pocos minutos. En esos países se construyen grandes parques alargados, verdaderas barreras verdes, con el propósito de cerrar vías e imposibilitar la conexión automotriz entre sectores de las ciudades, mientras se permite el flujo de eficaces transportes masivos, modernos y seguros.
Quito continuará con la historia de errores que nos han llevado a la movilidad ineficiente, violenta e insostenible que padecemos en la capital. Abrir más vías para el automóvil no soluciona la congestión, la empeora. Aprendamos de estos países, en los que no se busca mejorar los flujos, sino reducirlos a través de alternativas y barreras verdes. Las trabas al uso del automóvil son ya una política estándar en las principales urbes de los países señalados.