Es la decepción acerca de las actitudes de nuestros representantes en la Asamblea, hayamos votado o no por ellos, que me motiva a buscar airear mi preocupación.
Aprovecho la oportunidad para recordarles a los señores asambleístas que su deber, aquel para el que fueron elegidos, es velar por los intereses del pueblo, no por los de su partido, y es el pueblo quien financia sus sueldos, no, sin querer ser redundante, su partido.
La propuesta de reforma tributaria parece ser más la búsqueda desesperada de financiamiento para el apetito voraz del Estado, que aquella excusa de impuestos verdes. Desgraciadamente veo repetidas aquellas actitudes de “la regalada gana”, pues el contenido de la propuesta se centra en seguir exprimiendo impuestos a los que ya los pagan, en vez de presentar una opción para incrementar la base de contribuyentes, integrando a aquel 48.4% de subempleados (INEC, septiembre, 2011) a la economía formal, para que los ecuatorianos compartamos más equitativamente la carga que nos supone el gasto estatal.
Dejemos de lado estas actitudes infantiles que permitirán que esta reforma pase sin discusión por el Ministerio de la Ley, a sabiendas de que bien puede significar el tiro de gracia a la ya maltratada industria nacional. En caso de que no les haya quedado claro el mensaje, nuestros empleos están en riesgo porque esta reforma hará extremadamente difícil que nuestras empresas compitan frente a cualquiera de los países vecinos, “de un solo toque”.