En EL COMERCIO del 2 de enero, el articulista Miguel Rivadeneira escribe que la corrupción “carcome a los regímenes denominados de centro izquierda e izquierda”. Esos gobiernos, como los de Lula y Dilma o el de Cristina, intentaron reducir la desigualdad social en Brasil y Argentina, por lo cual se puede sospechar que parte de lo que se ha difundido es verdad y parte es la opinión de personas que se oponen a ese mejoramiento.
Tal sospecha no es razonable cuando las denuncias señalan a políticos de la derecha, como los muy conocidos malos manejos de personeros del Partido Popular en España, que están siendo juzgados. En América Latina hay en la actualidad dos Presidentes presos por recientes actos de corrupción, Otto Pérez Molina en Guatemala y Elías Sacca en El Salvador, ambos gobernantes de la derecha.
Me parece positivo que las actuales pruebas de corrupción en el Ecuador no involucren a militantes del partido de gobierno.
La costumbre del enriquecimiento ilícito, cuando las oligarquías latinoamericanas se creían dueñas de los países, es decir, en los siglos XIX y XX, quizás se logre eliminar, si continuamos por la senda de distinguir bien lo público de lo privado, para lo cual se requieren Estados modernos con real igualdad de todos ante la ley.
En el Ecuador se ha llamado ‘partidocracia’ a unos gobiernos y movimientos políticos que, en los últimos 30 años del siglo XX, se aliaron a la clase dominante tradicional y continuaron con la costumbre mencionada. Es la oportunidad de que termine esa manera de actuar.