En 1593, la Real Audiencia de Quito mostró su hartazgo contra el acoso tributario del rey Felipe II. La disposición por Cédula Real del pago de un nuevo impuesto del 2% sobre ventas y permutas fue la gota que derramó el vaso para la Revolución de las Alcabalas.
Los cortesanos del poder actúan cual nuevos alcabaleros enseñados al goce de los fondos públicos. Tras despilfarrar el boom petrolero en elefantes blancos ahora exprimirán el aparato productivo con impuestos escondidos para mantener su buen vivir a cualquier precio.
Qué fácil volverse alcabaleros modernos en vez de reducir la burocracia parasitaria y desmontar la tarima interminable.