Una vez más, la Academia Nacional de Historia tiene que responder a los ataques de sus opositores. Esta vez, el ataque ha venido de Marcelo Ortiz Villacís, un antiguo líder emepedista de la Universidad Central, que ahora se ha convertido en vocero del grupúsculo de extrema derecha que regularmente ofende a nuestra institución.
La primera puntualización que se impone es la de que Marcelo Ortiz fue designado Miembro Correspondiente de nuestra Academia pero nunca dio el discurso de ingreso ni recibió las insignias institucionales. De acuerdo al artículo 43 de nuestros Estatutos, su nombramiento ha quedado insubsistente. Sorprende, pues, que alguien que no se ha interesado por ingresar debidamente a nuestra Academia se interese ahora por denigrarla, repitiendo las falsedades inventadas por el pequeño grupo de numerarios disidentes.
Nada de ello explica la mala fe de su procedimiento como periodista de opinión, que habla sin saber de lo que trata y que jamás buscó enterarse de la opinión de las autoridades académicas, como lo exigían la equidad y el sentido común.
Si se hubiera interesado seriamente en el tema se habría enterado que, según nuestros estatutos, el quórum está formado por la suma de los votos de los presentes y de los votos enviados por correo. Se habría enterado también de que en la Junta General del 22 de octubre de 2013 hubo quince personas y la constancia de doce votos adicionales enviados por correo, lo cual daba un total de veintisiete votos. Y habría conocido que, una vez iniciada la votación para Director, se retiraron seis personas del recinto electoral, pero no lograron su objetivo de anular la elección pues había quórum suficiente para continuarla.
En fin, hubiese conocido que Jorge Núñez obtuvo quince votos y Hernán Rodríguez Castelo tres votos. Y aún en el caso de que nadie hubiese abandonado la sesión, Rodríguez habría perdido, pues hubiese obtenido un máximo de nueve votos. ¡Fue esa certeza de que iban a perder las elecciones lo que les llevó a retirarse! La legalidad de esta elección de Director de la Academia, así como la siguiente elección de las demás dignidades del Directorio, ha sido reconocida por el Ministerio de Educación y ratificada, una y otra vez, por la Junta General de la Academia. Esa es la única verdad.
Nota: Omitimos un epíteto ofensivo contra el articulista, publicamos la carta pese a que la réplica no cabe para opiniones (Ley de Comunicación, arts. 22, 23 y 24).