En medio de la vorágine del caos y la incertidumbre, de los ciertos o supuestos adelantos de la comunicación expresados a través de la Internet, que en lugar de unirnos y mejorarnos como seres humanos nos han alejado y empobrecido; del miedo y la neurosis colectiva ocasionados por la incomprensión, el egoísmo y la falta de amor, hay algo que –cual tabla de salvación- viene en nuestro socorro: ¡ser abuelo! Qué grata sensación invade nuestro interior y una ráfaga de optimismo alumbra el panorama. Saber que un ser indefenso y maravilloso que tiene tu propia sangre, por gracia divina, ha llegado para quedarse y darnos paz y sosiego, llena cualquier vacío. Quienes son abuelos nos darán la razón. Con la sabiduría que viene con la experiencia que dan los años de triunfos y derrotas, llega también la madurez y con ella la alucinante realidad de encontrarnos en la mejor etapa de la vida.